La genética desempeña un papel significativo en el proceso de envejecimiento. Alrededor del 25% de este proceso está influenciado por factores genéticos. Algunas personas tienen una susceptibilidad genética particular que puede acelerar o ralentizar el envejecimiento en comparación con la población promedio. Existen genes negativos, conocidos como gerontogenes o tanatogenes, que tienen un efecto perjudicial en el envejecimiento. Por otro lado, también existen genes protectores o de longevidad, que tienen efectos positivos y pueden contribuir a una vida más larga y saludable.
En algunos casos, se han identificado grupos cerrados, como la comunidad judía de Malta y el grupo amish de Oregón, que poseen genes protectores especiales. Estos genes les permiten vivir alrededor de diez años más que la esperanza de vida promedio. Esto demuestra cómo la genética puede influir en la longevidad y el envejecimiento.
En resumen, la genética influye en el proceso de envejecimiento a través de la presencia de genes protectores o negativos, que pueden acelerar o ralentizar el envejecimiento. Además, los telómeros desempeñan un papel crucial en la salud celular y el envejecimiento. Entender estos mecanismos genéticos puede ayudarnos a comprender mejor el envejecimiento y desarrollar enfoques para promover una vida más larga y saludable.
Capítulo escrito por Corominas, A. en el libro «Vitalidad al envejecer. Si lo deseas, puedes vivir más años con salud».
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